Esta carta de naipe que presento acá, va a ser de aquí en adelante la forma en que yo concibo la forma de acceder al arte de la colección.
Todos en menor o mayor medida, somos coleccionistas de algo a lo que... (no sé), quizá inconscientemente, quisiéramos llegar a incorporar a nuestro propio ser.
De esa cosa de la que nos estamos apropiando, que puede ser de gran valor económico o no), tiene la particularidad de atraparnos en su mundo, si es que lo tiene, o por lo menos en sus propias características de su propia condición de su ser.
Entonces, ahí estaríamos subyugándonos unos a otros.
Nosotros personas; con nuestras "divinas" -de divinidad-, cosas que nos hacen enorgullecer porque nos pertenezca.
En síntesis, para explicar un poco de lo que estoy mostrando, es el resultado, todavía no completo de mi propia colección.
Alguna vez que no sé determinar con exactitud el tiempo preciso; escuchando en la radio al Señor Alejandro Dolina. En sus relatos históricos a modo de premisa valorativa o de simple anecdotario de lo que le sucedió a la historia del hombre mismo, escuché la excéntrica forma de un tal personaje (que tampoco puedo recordar de quién se trata), empezó a escabullirse en la busqueda de poder completar su ponderada colección de naipes.
Pero no fueron para ese personaje unos naipes cualquiera los que debía tener para sí, sino que la inventiva que se había creado, era la de poder obtener cada uno de sus estampas, generadas quizás por el azar.
Sí, ese azar que a veces parece serlo y otras veces pareciera que no existe tal azar.
Cada estampa de naipe (para seguir con el relato), tiene la condición ineludible, de ser ENCONTRADA en la vía pública, sin ser otra persona la que la encontrara y sin que esta carta se repitiera en alguna oportunidad.
Paso en limpio: Cada carta de naipe debe ser encontrada en la vía pública, no debe ser obsequiada por otra persona que queriéndonos hacer un favor nos regala su naipe encontrado y por último, no debe repetirse en ningún hasta tratar de terminar la colección completa de todo un mazo de juego de naipes.
Pues entonces, desde ese mismo relato me lancé yo mismo a imitar tal gesto de ese hombre que no recuerdo y que tampoco recuerdo cómo le fue en su empresa de colección.
Aquí entonces, mi propia colección de mis naipes que ya encontré, y que voy a ir desplegando en este, mi espacio, para seguir mostrando un poco de lo que vine construyendo desde ya varios años, aunque ya muchas voces digan que esta empresa enfermiza, no sirva para nada.